La Rioja

Hablar de la Rioja es hablar de la primera zona vitivinícola de España. Un puesto que ocupa desde hace años y que se basa en una larga y consolidada historia.

El cultivo de la vid y la elaboración de vino ya era una realidad en La Rioja hace más de dos mil años. Así lo testimonian los restos arqueológicos de lagares y bodegas de la época romana encontradas en esta tierra.

Esta cultura vitivinícola fue mantenida durante la Edad Media al abrigo de monasterios como San Millán de la Cogolla, Nájera o Santo Domingo de la Calzada, donde Gonzalo de Berceo ensalzara en sus versos al vino riojano.

Los siglos XVI y XVII suponen un periodo de esplendor para los viñedos y vinos riojanos.

La importancia económica que durante siglos ha tenido la viticultura en la Rioja, al igual que ocurre con otros grandes vinos europeos, tiene su origen cuando estos comienzan a ser empleados como productos de mercado.

En la transición del medievo a la Edad Moderna, aparece la demanda de vino de una población que abandona el medio rural y se concentra en las ciudades. La Rioja, que ha aumentado su producción más allá del autoconsumo, aprovecha ese momento para sumarse al importante impulso del comercio. En 1787 se crea la Real Junta de Cosecheros para contribuir a la mejora de la calidad de los vinos y mejorar la comercialización con los mercados del norte. Su dedicación prioritaria fue construir y mejorar las infraestructuras necesarias para unir los pueblos vinateros riojanos con Vitoria y con el puerto de Santander.

Pero no sería hasta la segunda mitad del XIX cuando el vino riojano inicia el camino que le daría su fama de la mano de avezados hombres del vino de La Rioja, que introducen nuevos métodos de elaboración y crianza basados en los bordeleses y fundan sus bodegas. Su iniciativa tuvo un éxito rápido y comenzó la proliferación de bodegas con un claro espíritu comercial y con la calidad como referente, empujado por la llegada del ferrocarril.

La terrible plaga de la filoxera que asoló los viñedos franceses, obligó a los compradores de aquel país a buscar vinos de otras procedencias. Debido a su proximidad con Francia y a la similitud de sus procesos de elaboración, La Rioja se benefició especialmente. Pero el año 1900, la epidemia llegó también a sus cultivos, llegando a desaparecer en siete años el 70 % de los viñedos de la región.

La recuperación de los viñedos riojanos estuvo liderada por la Estación Enológica de Haro, fundada en 1892. Esta vía de recuperación fue larga y costosa, prolongándose por espacio de dos décadas.

Los años setenta supusieron una auténtica revolución de las estructuras productivas y comercializadoras, situando al vino de La Rioja al frente de los vinos de calidad de España.

En 1991, la Denominación de Origen Rioja se convierte en la primera de España en ser reconocida como Denominación de Origen Calificada Rioja, marcando el inicio de un nuevo periodo de expansión y empuje del sector vitivinícola riojano.

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